Hablar de Don Pérignon, es hablar de champagne en su mayor estado de la excelencia, es sin duda uno de los mejores champagne del mundo. Cuenta la leyenda que fue un monje benedictino francés nacido en el 1638, Pierre Pérignon se cree que era ciego y se dice que al probar una uva, sabía de que viñedo procedía. Su credo y máxima: la búsqueda continua del perfeccionamiento del vino espumoso. Era el principio de un mito.
El descubrimiento de este champagne, fue lento y laborioso. El objetivo era muy claro, así lo declaro en la abadía de Hautvillers en 1694, era el de crear el mejor vino del mundo. En una carta escrita ese mismo año, se dirige a uno de sus clientes haciéndole saber que le hacía llegar "seis botellas del mejor vino del mundo".
Dom Pérignon, controlaba todo el proceso de elaboración, desde la recolección hasta la venta. Todo este caldo mágico se hizo en la Abadía de Hautvillers, convirtiéndose en la primera Maison de champagne. Se le atribuye el descubrimiento del método champenoise.
Todo esto no es casualidad, hasta que llega a nuestra mesa, pasa por unos ciertos niveles que deben de ser rigurosamente respetados, para poder tener ese registro aromático y degustativo. Prueba de ello es, que el largo plazo es una de las premisas sobre las que se sostiene la filosofía de este champagne, la primera cosecha de Dom Pérignon data de 1921 pero fue puesta a la venta en 1936. En nuestro días, el responsable, es el reconocido enólogo Richard Geoffroy, quien hoy custodia el mejor legado que Dom Pérignon podría dejar.
A diferencia de otras marcas de champagne, no solo es lujo y glamour, es algo más. Admirado y respetado en todo el mundo, Dom Pérignon sigue siendo el rey.
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